Fotografías de Rafael Doníz

Museo Textil de Oaxaca
Oaxaca, México
29 de noviembre de 2014 – 22 de marzo de 2015

Rafael Doníz lleva una trayectoria singular como artista de la cámara. Quienes conocimos su trabajo a principios de los años 1980, recordamos vívidamente las imágenes que reunió en el libro “H. Ayuntamiento Popular de Juchitán”. Sus fotografías en blanco y negro captaron con habilidad extraordinaria la energía de un movimiento social. Los cuerpos retratados quedaron fijos sólo por un instante, a punto de proseguir la marcha, y los rostros parecen hablar, o más bien gritar. Los puños se agitan en lo alto, mientras que las enaguas apuradas susurran consignas al rozar la arena. Sin buscar lo exótico, Doníz plasmó con sensibilidad la pasión de la gente istmeña en el bregar de todos los días, en la fiesta y en el mitin político. Sus fotografías juchitecas son testimonios de una gran valentía y un gran valor humano.

Treinta años después, Rafael regresa a Oaxaca con nuevas herramientas para forjar imágenes. Se ha interesado en el color y ha perfeccionado su técnica para lograr impresiones con una saturación cromática formidable. Como una cosa lleva a la otra, se encamina a los sitios donde nacen los colores, donde se encienden y se inflaman. Llega así a los acantilados de Huatulco donde los tintoreros de Pinotepa de Don Luis buscan el caracol púrpura entre los golpes de las olas. Capta allí la transformación mágica de una secreción lechosa que va adquiriendo tonos amarillos, verdes, azules, y finalmente morados intensos. Después visita a los cultivadores del nopal y criadores de la grana en el Valle de Oaxaca, herederos del arte del rojo sangre que asombró al mundo e hizo rica a una ciudad perdida entre montañas. Busca por último a los productores del índigo en Niltepec, donde observa con paciencia la cosecha de las matas, la fermentación y el batido extenuante que requiere la conversión de un líquido transparente en un azul metálico inverosímil.

El Museo Textil de Oaxaca y el Centro Cultural San Pablo se unen para exponer, junto con las fotografías de Doníz, una selección de tejidos mexicanos y guatemaltecos teñidos con los tres colorantes que lo han seducido. Al escoger las piezas, queremos mostrar que nuestro trío estelar tuvo hasta hace poco una distribución muy amplia en esta región del mundo. Acostumbrados ya a los tonos abigarrados, muchas veces fosforescentes, de la publicidad digital, nos es difícil percibir el aprecio que nuestros abuelos pudieron sentir por los colores serenos y profundos de un rebozo de añil o un sarape colorado.

Pero la exhibición no busca simplemente evocar el pasado, como lo atestiguan las piezas concebidas por el gran promotor cultural y galerista Remigio Mestas (amigo de Rafael), creadas por un grupo talentoso de tejedoras en 2010: creemos que los tres tintes tienen un futuro brillante, pues ejemplifican las posibilidades que ofrecen las plantas y los animales si son aprovechados de manera sostenible. Los colorantes sintéticos, producidos muchos de ellos a partir de petróleo, encuentran un rechazo creciente porque parecen facilitar la incidencia de algunos tipos de cáncer, además de que su uso genera desechos tóxicos. En cambio, el añil, la grana y el caracol pueden dar color a un modo de vida alterno, comprometido con el equilibrio de la tierra y la equidad de nuestra sociedad.

Alejandro de Ávila Blomberg
Curador
Museo Textil de Oaxaca

Fotografía: ADN Sureste