Popocatépetl – Iztaccíhuatl. Montañas sagradas: Esta es una historia vertida en imágenes para honrar la memoria de un pueblo originario, el cual recibió de su Dios radiante el nombre de Mexicas, pueblo que creció y se desarrolló en medio de las aguas de un gran lago y que bajo la custodia de dos grandes volcanes hicieron su historia y fundaron la gran Tenochtitlan, dando así brillo y realce al valle del gran Anáhuac, origen y corazón de nuestra Patria.

El Popocatépetl es un guerrero acuclillado ante su mujer dormida y se protege con un escudo de peligrosos casquetes de hielo difíciles de escalar. En cambio, la joven Iztaccíhuatl se la vive adormilada en su cama blanca, sobre almohadones de plumas; desde ahí ofrece a los montañistas su amoroso cuidado Al caer la noche, los campesinos la arrullan y la persignan como a una hija consentida: “Ya, ya, ya duérmete porque dormidita te ves más bonita”. Quienes suben la tratan como a una niña de Primera Comunión o a una noviecita santa a la que le besan la mano antes de poseerla.

Al amanecer, la Iztaccíhuatl bosteza, estira brazos y piernas; luego, sin decir agua, se encoge y se vuelve a dormir. ¡Ay, los caminos que llevan a su monte de Venus!

Iztaccíhuatl, la princesa igualita a una flor inalcanzable, se prendó de Popocatépetl, el guerrero que salió a combatir porque la vida es una lucha cada día. Todos los enamorados saben que un día tienen que separarse para luego volverse inseparables. ¿Por qué siempre tiene que haber un enemigo a vencer?  Aún no lo entendemos, pero es parte del costo de vivir en la Tierra. 

Cuentan que Popocatépetl regresó victorioso y encontró muerta a su princesa. La tomó en sus brazos y subió a lo alto. Le recostó la cabeza en el pico más cercano al cielo. Y peinó sus cabellos, cruzó sus manos de niña sobre su pecho, alisó sus enaguas y fue a arrodillarse a su lado. A su alrededor rugían las piedras que poco después habrían de quitarle la vida. ¡Ay, Popocatépetl, qué noble tu sufrimiento y cómo se te petrificó la tristeza!

Así como el Popo se postró alguna vez ante su amada, Rafael se arrodilló ante la Mujer Dormida que atisbaba desde su ventana. Loco de amor, ronco de deseo, le pidió: “Izta, no te muevas porque te voy a retratar”.

Extracto del texto de Elena Poniatowska incluido en el libro Popocatépetl-Iztaccíhuatl. Montañas sagradas de Rafael Doníz

Autores: Rafael Doníz, Elena Poniatowska
Idiomas: Español e inglés
Tamaño: 36 x 3 x 28
Encuadernación: Pasta Dura
Páginas: 160
ISBN: 978-607-461-324-7
Precio: 1000.00 pesos mx